Acabo hoy domingo la serie de recetas de vigilia (aunque ya no lo sea) y así tenerlas todas bien localizadas para próximos años y próximas búsquedas.
Y no podía acabar la Semana Santa sin una fuente de torrijas en la cocina, esperándonos para pegarles un mordisquito después de comer, con el café de la merienda, para desayunar…
Imagino que este dulce típico está presente en todas las casas para estas fechas, en la mía no ha faltado nunca desde tiempos inmemoriales, si no las hacía mi madre, las hacían mis abuelas, mi tía Vicenta también solía llegar a casa de mi abuela con sus sempiternas torrijas de vino y ya, de más mayores, mi hermana y yo no las perdonamos ningún año =)
Las torrijas que nos gustan en casa son las de leche rebozadas en azúcar y canela, actualmente hay ochocientas mil versiones a cada cual más innovadora y original o, como comentaba, las otras versiones clásicas de vino, miel, nadando en leche… pero, para una vez al año que me como una torrija, yo me quedo con éstas.
Echad mano a la bolsa del pan, que seguro que tenéis restos de barras duras (aunque yo he tenido que comprar el pan ex profeso, sabéis que adoro el pan, pero también he reducido muy mucho su consumo y primando siempre los panes de calidad, los que encuentro a mano que no llevan una lista de ingredientes más larga que el Quijote o los que hago yo en casa), ésta es una receta muy fácil y totalmente de aprovechamiento, ¿quién no tiene huevos, leche, un bote de canela o una poquita de azúcar en casa? Sigue leyendo…